Cuando las carreteras y los caminos son de cantales puntiagudos y han ido a dar todos contra un inexpugnable muro infranqueable estrellándose las máximas esperanzas de un día nuevo repleto de colores y músicas un reluciente amanecer lleno de expectaciones en el que perder la cabeza entre flores con espinas que van clavándose en la sien de la ideas mientras florecen las esencias de las cavilaciones más profundas e intensas. Cuando en la piltra mortuoria de la cama alborean las contradicciones de seguir avanzado en círculos concéntricos por los bordes de la cornisa tentando a la suerte que es adversa y te despiertas con lesiones y cicatrices incurables en el alma y la noche es toda negrura sin estrellas que alcancen los límites de la vista en el horizonte allá donde se pierden almacenándose los sueños proféticos y la memoria es engullida por el olvido en la oscuridad de los tiempos tirando adelante los pensamientos. En la soledad absoluta cerca del silencio total mientras suenan las campanas subliminales de las iglesias exterminando a los poetas que no paran de mentir hay una tétrica luz que indica los corredores y los pasadizos hacia dentro de ti mismo: y existe el terror y hay miedo de perderse en el extravío mortal al pensar ciertas cosas de pavura que pueden hacer mal en las interioridades del sabio que tragado por sus propias fauces no tiene nada más que la ropa y una pluma para escribir sus experiencias y exponerlas a la palestra para bien o mal poniendo en jaque su salvación y su condena mientras va quedándose loco y ciego con su parecer como el caso de Nietzsche que dio todo su intelecto y choco de bruces contra toda Alemania.
(Filósofo del Caos)