Las cosas injustas se regodean indemnes sobre todas las extensiones de Eideen. Lo justo brilla por su ausencia bajo la luz del día que trae sufrimiento y dolor y solo una breve porción de la noche rebaja los pesares que pasan como un rayo de otro planeta antes del despertar. Y los enamorados huyen con los corazones rotos por las esquinas de las nubes tormentosas con la mano en el pecho elevados sobre el abismo prontos a tropezar y desbarrancarse. Y en los matorrales reptan los sentimientos pinzándose con las púas de los zarzales chillando agonizando mientras se desangran los instantes de amor y se erije el trono de la corrupción entre los hombres. Y la oscuridad va acercándose poco a poco a los que están en el umbral de la muerte prontos a tragar los reflejos de la Parca que ya viene los ojos a reflejar. Volando se van la esperanzas en los lechos difuntos en mareas de muertos y los labios no se juntan para dar sabia y vida a los que se amaron por momentos creyendo que sería eterno. Y la masa va empujando los histriones que se salen de las normas perdidos en laberintos sociales que encajan con las desapariciones de los que gritan a voz abierta: ¡Queremos saber la verdad! Y en un matojo se secan los amores que no trascenderán y el mundo no para de rodar hacia el descalabre total como un cementerio oscilante en medio del universo y nada muere en paz.
Apolonio Guillian