(La última revelación de la cocaína). Sumergido en los vacíos clandestinos que restallan abismos sin fondo he tomado sus ojos para bajar en los blancos olvidos de pálidas y tormentosas desmemorias entre rayos azulados de desventuras iluminando extensos parajes de desolados afluentes que corren que se unen con ríos amnésicos de amargas lágrimas gasolináceas y no hallan sino un silencio encubierto por el zumbido de insanos insectos ultratómbicos. Pero he blindado las sienes en los derrames nocturnos y en las llanuras de metálicos ruidos donde sólo asoman tímidos fulgores de remotas tempestades aceleradas de corazones agitados y esquizofrenias paranoides. En la carretera del suicidio límite de precipicios y excesos donde las verdades no son más que sórdidos despertares deseando inocular en el cerebro la pesadilla otra vez: siempre el mismo colocón enervado de hecatombes gelatinosas de ansías y harinadas gulas aceradas que taladran que ya perforan las realidades sumergidas en las nocturnas horas cuando el tren descarrila en los vertederos sin orilla y ya no hay raíles ni estación. En los caminos de la mente encontré la nada: era un inmenso agujero lleno de dolor sin retorno eran los campos dónde sólo iba a crecer la desesperanza más macabra era la más absoluta desintegración… sigilosos y apagados chispean violáceos rayos oh limbo de nubes sin párpados. No tomaré más.
GABRIEL