Chisporroteo crepuscular en la hora crepitante de los fantasmas cuando el orgasmo agónico separa los pendulares segundos estirados hasta el extremo en la intersección de las alondras psicotrópicas. Pero el alma degollada ante el carnoso pezón erizado se ahoga sin saborear los labios salinos rosa contra rosa húmedo comulgando con húmedo. Sin perderse en la jungla enredada de púbicas verdades. El navío de los locos se hunde sin llegar. El mástil astillado y sin velas no enarbola la bandera y tierra firme es estrellarse contra un atolón perdido en el mar de los cuerpos para que se hundan los dos, sin tocarse.
AP. GUILLIAN