Hay tormenta en mi cabeza y una luz fulge una aurora: es tu imagen para sumirlo todo en la sombra. Y en un amanecer sin ti sólo veo dolor. En esta larga agonía ¡no tengo ni tus caricias! Rapidez vertiginosa tus pensamientos en mi contra están las acciones que hacen rodar al sol y a la luna. Oh último hálito oh Silvia bella y bondadosa te odio, no serás tú la que perle mi último moribundo suspiro. El brillo de mi alma se refleja en lo más hondo del abismo allí donde esculpí en piedra viva tu cuerpo y tu rostro con los dedos recubiertos de linfa. Atracado de desamor se me han desparramado las vísceras y oigo el eco de tu nombre maldito. ¡Yo que quería darme a la muerte en un sólido abrazo lleno de fe sabiendo que tú me cubrirías las espaldas! Te oigo llorar lágrimas de sangre como diamantes que caen al barranco y van erosionando la escultura que te eregí y salpican mis manos que ya van hundiéndose en el pantano.
APOLONIO GUILLIAN