En el albur de la noche el resuello de la infancia me llega desdoblado… he amado tanto ¿para qué? ¿para llegar al repunto de tu vestido y desvencijarme sin tenerte jamás a mi lado? He apurado los sorbos de vida que me concedías acortando largas despedidas que oscilaban parámetros singulares de extensas ansias que agonizaban en licras y fermentos pertrechados en las costas de nuestros ligamentos. He quemado todas las palabras de amor y de ellas he extraído una nomenclatura: sólo quedabas tú: Silvia, pasajero cuento que me indica sobre las hadas que las demás fueron una hiriente fábula y que imperarás gloriosa por arriba de todas cuando vengan a escanear mi esqueleto pues en el más hondo desamor aún te retengo mientras a las otras se las lleva el viento… que aúlla como un visceral quejido mi devoción hecha uñas y vello en la desproporción del tiempo que aúna los lustros en que deseo deshacerme de las tinieblas de nuestro encuentro y enterrarme en la luna, para que cuando pases para repoblar los planetas gima delirante nuestra canción: en la primavera de nuestra edad sucumbió la encimera donde debíamos cocinar nuestra relación y ahora te vas rumbo a Saturno y se viene abajo lo que nos esfera ¡oh pero si ya cayó colina abajo cuando me dijiste que no! ¡¿Por qué sigo este derrotero que no trae mas que daño y dolor?! Y tú parada en el satélite por un fragmento de milésima me verás de soslayo y huirás sin hablarme siquiera dejándome con la sílaba en la boca dispuesta a soterrar los años que me faltan por extraerte de mi enfilada locura como si no me hubieras conocido por toda la eternidad.
GABRIEL