En los turbos de las dulzainas se atan los bucles con la mayoría de gente en la calle mirando la procesión circular como de bucle en bucle. Y se encienden las razones iridiscentes del porque poner los pies en funcionamiento cada mañana al despertar sin emociones que mueren nada más abrir los párpados candentes. Y la luz rutila sin esperanza mientras suenan las campanas llamando a muertos en las fiestas de pueblo en alegrías nada originales y sin porvenir por delante. Y tañen refulgentes con el rugido de mil infiernos que llaman a los muertos vivos todavía en las dedicatorias de las lápidas sin saber que pronto serán las suyas. Mi corazón se agita descalabrado por el tañido y repicar de las campanas campanas el horror que tomará forma en la siluetas de las pavesas cuando los que ahora caminan las oigan y como zombis ensimismados las persigan. Son demonios y espantajos y es su rey quien a destajo va agitando los bajados…
AP