La carne muerta un poco de rocío cae sobre ella y cree que está despierta. En los anatemas del silencio las dobleces que equiparan la muerte de la vida son llevadas en suspiros por el viento en lo soez de la voz humana de la ilusión eterna en entredicho por sistemas que se contraponen en las contradicciones del pasar al otro lado en las calles en los que los hijos yerran no destino no hay tierra no hay fin Oh Nuestra Señora sin Espíritu no hay vuelta.
GUILLIAN Y DEVOUR