La noche titila en blanquecinos brillantes que sudoran sexos imposibles atado a las extremidades de la cama mancillados deseos por la decencia que destroza los anhelos corrompidos e indignos que hurgan cuerpos de mujeres sin alma vestidas de hipocresías que tapan las dobleces de las faldas en piernas torneadas de uñas que no rascan y agitan las vidrieras del desasosiego la falsa santidad que mira pasar y recrea mi rostro en su entrepierna.
GUILLIAN Y DEVOUR